CUARTA
ESTACIÓN
La
madre encuentra al hijo camino de la cruz
La
pena de María, el dolor de su alma rompe la tristeza cuando se
cruzan sus miradas en la vía dolorosa camino del calvario, cuando
ella siente en su corazón que el sueño de la madre se rompe ante el
próximo fin del hijo.
Tu
también muchas veces encuentras a tus amigos y enemigos camino de la
desesperación; nuestra mirada para ellos ¿es de amor?... No,
nuestra mirada es la indiferencia ante sus problemas, ante su cruz.
Pasamos de ofrecer nuestra amistad y nuestra caridad al caído.
Madre, escucha nuestro testimonio y danos esas fuerzas que
necesitamos para cambiar.
María,
Madre más dolorosa, ruega para nosotros.
QUINTA
ESTACIÓN
Jesús
muere en la Cruz
Mira,
alma devota, mira al Calvario, se levantan dos altares de sacrificio,
uno e el cuerpo de Jesús, el otro en el corazón de María. Triste
es la vista de esa madre querida ahogada en un mar de aflicción,
considerando a su hijo querido, parte de sí misma, cruelmente
clavado al árbol vergonzoso de la cruz.
¿Y
yo? Cómo cada golpe del martillo, mato la esperanza del enemigo
invisible, rompo la esperanza del que busca caminar, arraso la vida
que me entregaron y no quiero heredar..., cayó también la sonrisa
de la Virgen. Mientras que ella estaba firme al pie de la cruz,
perforada por la espada del dolor, ella solo miraba a él. ¿Seremos
capaces de gritar como San Francisco Javier: “¡Más sufrir, mi
Dios! ¡Una hora, más!”?. Para llevar por lo menos todas mis
cruces. Amén.
María,
la Madre más dolorosa, ruega para nosotros.
SEXTA
ESTACIÓN
María
acoge el cuerpo de Jesús en sus brazos
El
dolor más amargo colma el alma de María, cuando ella sintió el
cuerpo muerto de su querido Jesús en sus rodillas. ¿Sentimos
nosotros en nuestro cuerpo y en nuestra alma el bien perdido por las
apetencias actuales de la maldad de los hombres?.
¿Quién
no te compadece? ¿Qué corazón no se ablanda al ver el tuyo
traspasado por la espada del dolor?
Te
pedimos, gran Madre, que llegue a nuestro corazón ese dolor tan
grande que tuviste, esa espada que lo atravesó que sea ablandada al
reconocer que nuestros pecados eran la causa de tu sufrimiento tan
cruel.
María,
la Madre más dolorosa, ruega para nosotros.
SÉPTIMA
ESTACIÓN
El
cuerpo de Jesús es depositado en la tumba
Los
suspiros que estallaron en el corazón triste de María cuando ella
vio a su Jesús querido puesto dentro de la tumba... Ella miró por
última vez el cuerpo sin vida de su hijo, y podría separar apenas
sus ojos de esas apocalípticas heridas. ¡Y cuando la gran piedra
fue rodada a la puerta del sepulcro, su corazón quedada rasgado de
su cuerpo!.
Madre,
nuestro dolor te acompaña y nuestro propósitos serán firmes para
aliviar tus sufrimientos, queremos que nuestro amor por la madre
derrita los sufrimientos de su corazón. Todos tus dolores quedarán
impresos en nuestra memoria, y la madre dulce, que sintió en su alma
el dolor de la pasión de Jesús; sea este dolor gloria y esperanza
por siempre y para siempre. Amén
María,
la Madre más dolorosa, ruega para nosotros.