Hoy
Celebramos el 498 aniversario del nacimiento de Santa Teresa. Quedan dos años
para el V Centenario. Feliz día!!
Virgen
y Doctora de la Iglesia
(1515-1582)
Nació
en Ávila, España, el 28 de marzo de 1515.
Su
nombre, Teresa de Cepeda y Ahumada, hija de Alonso Sánchez de Cepeda y Beatriz
Dávila Ahumada. En su casa eran 12 hijos. Tres del primer matrimonio de Don
Alonso y nueve del segundo, entre estos últimos, Teresa. Escribe en su
autobiografía: "Por la gracia de Dios, todos mis hermanos y medios
hermanos se asemejaban en la virtud a mis buenos padres, menos yo".
De niños, ella y Rodrigo, su hermano, eran muy aficionados a leer vidas de
santos, y se emocionaron al saber que los que ofrecen su vida por amor a Cristo
reciben un gran premio en el cielo. Así que dispusieron se irse a tierras de
mahometanos a declararse amigos de Jesús y así ser martirizados para conseguir
un buen puesto en el cielo. Afortunada mente, por el camino se encontraron con
un tío suyo que los regresó a su hogar. Entonces dispusieron se construir una
celda en el solar de la casa e irse a rezar allá de vez en cuando, sin que
nadie los molestara ni los distrajese.
La mamá de Teresa murió cuando la joven tenía apenas 14 años. Ella misma cuenta
en su autobiografía: "Cuando empecé a caer en la cuenta de la pérdida tan
grande que había tenido, comencé a entristecer me sobremanera. Entonces me
arrodillé delante de una imagen de la Santísima Virgen y le rogué con muchas
lágrimas que me aceptara como hija suya y que quisiera ser Ella mi madre en
adelante. Y lo ha hecho maravillosa mente bien".
Sigue diciendo ella: "Por aquel tiempo me aficioné a leer novelas.
Aquellas lecturas enfriaron mi fervor y me hicieron caer en otras faltas.
Comencé a pintarme y a buscar a parecer y a ser coqueta. Ya no estaba contenta
sino cuando tenía una novela entre mis manos. Pero esas lecturas me dejaban
tristeza y desilusión".
Afortunada mente el papá se dio cuenta del cambio de su hija y la llevó a los
15 años, a estudiar interna en el colegio de hermanas Agustinas de Ávila. Allí,
después de año y medio de estudios enfermó y tuvo que volver a casa.
Providencialmente una persona piadosa puso en sus manos "Las Cartas de San
Jerónimo", y allí supo por boca de tan grande santo, cuán peligrosa es la
vida del mundo y cuán provechoso es para la santidad el retirarse a la vida
religiosa en un convento. Desde entonces se propuso que un día sería religiosa.
Comunicó a su padre el deseo que tenía de entrar en un convento. Él, que la
quería muchísimo, le respondió: "Lo harás, pero cuando yo ya me haya
muerto". La joven sabía que el esperar mucho tiempo y quedarse en el mundo
podría hacerla desistir de su propósito de hacerse religiosa. Y entonces se
fugó de la casa. Dice en sus recuerdos: "Aquel día, al abandonar mi hogar
sentía tan terrible angustia, que llegué a pensar que la agonía y la muerte no
podían ser peores de lo que experimentaba yo en aquel momento. El amor de Dios
no era suficiente mente grande en mí para ahogar el amor que profesaba a mi
padre y a mis amigos".
La santa determinó quedarse de monja en el convento de Ávila. Su padre al verla
tan resuelta a seguir su vocación, cesó de oponerse. Ella tenía 20 años. Un año
más tarde hizo sus tres juramentos o votos de castidad, pobreza y obediencia y
entró a pertenecer a la Comunidad de hermanas Carmelitas.
Poco después de empezar a pertenecer a la comunidad carmelitana, se agravó de
un mal que la molestaba. Quizá una fiebre palúdica. Los médicos no lograban
atajar el mal y éste se agravaba. Su padre la llevó a su casa y fue quedando
casi paralizada. Pero esta enfermedad le consiguió un gran bien, y fue que tuvo
oportunidad de leer un librito que iba a cambiar su vida. Se llamaba "El
alfabeto espiritual", por Osuna, y siguiendo las instrucciones de aquel
librito empezó a practicar la oración mental y a meditar. Estas enseñanzas le
van a ser de inmensa utilidad durante toda su vida. Ella decía después que si
en este tiempo no hizo mayores progresos fue porque todavía no tenía un
director espiritual, y sin esta ayuda no se puede llegar a verdaderas alturas
en la oración.
A los tres años de estar enferma encomendó a San José que le consiguiera la
gracia de la curación, y de la manera más inesperada recobró la salud. En
adelante toda su vida será una gran propagadora de la devoción a San José, Y
todos los conventos que fundará los consagrará a este gran santo.
Teresa tenía un gran encanto personal, una simpatía impresionante, una alegría
contagiosa, y una especie de instinto innato de agradecimiento que la llevaba a
corresponder a todas las amabilidades. Con esto se ganaba la estima de todos
los que la rodeaban. Empezar a tratar con ella y empezar a sentir una inmensa
simpatía hacia su persona, eran una misma cosa.
En aquellos tiempos había en
los conventos de España la dañosa costumbre de que las religiosas gastaban
mucho tiempo en la sala recibiendo visitas y charlando en la sala con las
muchas personas que iban a gozar de su conversación. Y esto le quitaba el fervor
en la oración y no las dejaba concentrarse en la meditación y se llegó a
convencer de que ella no podía dedicarse a tener verdadera oración con Dios
porque era muy disipada. Y que debía dejar de orar tanto.
A ella le gustaban los Cristos bien chorreantes de sangre. Y un día al
detenerse ante un crucifijo muy sangrante le preguntó: "Señor, ¿quién te
puso así?", y le pareció que una voz le decía: "Tus charlas en la
sala de visitas, esas fueron las que me pusieron así, Teresa". Ella se
echó a llorar y quedó terriblemente impresionada. Pero desde ese día ya no
vuelve a perder tiempo en charlas inútiles y en amistades que no llevan a la
santidad. Y Dios en cambio le concederá enormes progresos en la oración y unas
amistades formidables que le ayudarán a llegar a la santidad.
Teresa tuvo dos ayudas formidables para crecer en santidad: su gran inclinación
a escuchar sermones, aunque fueran largos y cansones y su devoción por grandes
personajes celestiales. Además de su inmensa devoción por la Santísima Virgen y
su fe total en el poder de intercesión de san José, ella rezaba frecuentemente
a dos grandes convertidos: San Agustín y María Magdalena. Para imitar a esta
santa que tanto amó a Jesús, se propuso meditar cada día en la Pasión y Muerte
de Jesús, y esto la hizo crecer mucho en santidad. Y en honor de San Agustín
leyó el libro más famoso del gran santo "las Confesiones", y su
lectura le hizo enorme bien.
Como las sequedades de espíritu le hacían repugnante la oración y el enemigo
del alma le aconsejaba que dejara de rezar y de meditar porque todo eso le
producía aburrimiento, su confesor le avisó que dejar de rezar y de meditar
sería entregarse incondicionalmente al poder de Satanás y un padre jesuita le
recomendó que para orar con más amor y fervor eligiera como "maestro de
oración" al Espíritu Santo y que rezara cada día el Himno "Ven
Creador Espíritu". Ella dirá después: "El Espíritu Santo como fuerte
huracán hace adelantar más en una hora la navecilla de nuestra alma hacia la
santidad, que lo que nosotros habíamos conseguido en meses y años remando con
nuestras solas fuerzas".
Y el Divino Espíritu empezó a concederle Visiones Celestiales. Al principio se
asustó porque había oído hablar de varias mujeres a las cuales el demonio
engañó con visiones imaginarias. Pero hizo confesión general de toda su vida
con un santo sacerdotes y le consultó el caso de sus visiones, y este le dijo
que se trataba de gracias de Dios.
Nuestro Señor le aconsejó en una de sus visiones: "No te dediques tanto a
hablar con gente de este mundo. Dedícate más bien a comunicarte con el mundo
sobrenatural". En algunos de sus éxtasis se elevaba hasta un metro por los
aires (Éxtasis es un estado de contemplación y meditación tan profundo que se
suspenden los sentidos y se tienen visiones sobrenaturales). Cada visión le
dejaba un intenso deseo de ir al cielo. "Desde entonces – dice ella – dejé
de tener medio a la muerte, cosa que antes me atormentaba mucho". Después
de una de aquellas visiones escribió la bella poesía que dice: "Tan alta
vida espero que muero porque no muero".
Teresa quería que los favores que Dios le concedía permanecieran en secreto,
pero varias personas de las que la rodeaban empezaron a contar todo esto a la
gente y las noticias corrían por la ciudad. Unos la creían loca y otros la
acusaban de hipócrita, de orgullo y presunción.
San Pedro Alcántara, uno de los santos más famosos de ese tiempo, después de
charlar con la famosa carmelita, declaró que el Espíritu de Dios guiaba a
Teresa.
La transverberación. Esta palabra significa: atravesarlo a uno con una gran
herida. Dice ella: "Vi un ángel que venía del tronco de Dios, con una
espada de oro que ardía al rojo vivo como una brasa encendida, y clavó esa
espada en mi corazón. Desde ese momento sentí en mi alma el más grande amor a
Dios".
Desde entonces para Teresa ya no hay sino un solo motivo para vivir: demostrar
a Dios con obras, palabras, sufrimientos y pensamientos que lo ama con todo su
corazón. Y obtener que otros lo amen también.
Al hacer la autopsia del cadáver de la santa encontraron en su corazón una
cicatriz larga y profunda.
Para corresponder a esta gracia la santa hizo el voto o juramento de hacer
siempre lo que más perfecto le pareciera y lo que creyera que le era más
agradable a Dios. Y lo cumplió a la perfección. Un juramento de estos no lo
pueden hacer sino personas extraordinariamente santas.
En aquella época del 1500 las comunidades religiosas habían decaído de su
antiguo fervor. Las comunidades eran demasiado numerosas lo cual ayudaba mucho
a la relajación. Por ejemplo el convento de las carmelitas de Ávila tenía 140
religiosas. Santa Teresa exclamaba: "La experiencia me ha demostrado lo
que es una casa llena de mujeres. Dios me libre de semejante calamidad".
Un día una sobrina de la santa le dijo: "Lo mejor sería fundar una
comunidad en que cada casa tuviera pocas hermanas". Santa Teresa consideró
esta idea como venida del cielo y se propuso fundar un nuevo convento, con
pocas hermanas pero bien fervorosas. Ella llevaba ya 25 años en el convento.
Una viuda rica le ofreció una pequeña casa para ello. San Pedro de Alcántara,
San Luis Beltrán y el obispo de la ciudad apoyaron la idea. El Provincial de
los Carmelitas concedió el permiso.
Sin embargo la noticia produjo el más terrible descontento general y el
superior tuvo que retirar el permiso concedido. Pero Teresa no era mujer débil
como para dejarse derrotar fácilmente. Se consiguió amigos en el palacio del
emperador y obtuvo una entrevista con Felipe II y este quedó encantado de la
personalidad de la santa y de las ideas tan luminosas que ella tenía y ordenó
que no la persiguieran más. Y así fue llenando España de sus nuevos conventos
de "Carmelitas Descalzas", poquitas y muy pobres en cada casa, pero
fervorosas y dedicadas a conseguir la santidad propia y la de los demás.
Se ganó para su causa a San Juan de la Cruz, y con él fundó los Carmelitas
descalzos. Las carmelitas descalzas son ahora 14,000 en 835 conventos en el
mundo. Y los carmelitas descalzos son 3,800 en 490 conventos.
Por orden expresa de sus superiores Santa Teresa escribió unas obras que se han
hecho famosas. Su autobiografía titulada "El libro de la vida";
"El libro de las Moradas" o Castillo interior; texto importantísimo
para poder llegar a la vida mística. Y "Las fundaciones: o historia de
cómo fue creciendo su comunidad. Estas obras las escribió en medio de mareos y
dolores de cabeza. Va narrando con claridad impresionante sus experiencias
espirituales. Tenía pocos libros para consultar y no había hecho estudios
especiales. Sin embrago sus escritos son considerados como textos clásicos en
la literatura española y se han vuelto famosos en todo el mundo.
Santa Teresa murió el 4 de octubre de 1582 y la enterraron al día siguiente, el
15 de octubre. ¿Por qué esto? Porque en ese día empezó a regir el cambio del
calendario, cuando el Papa añadió 10 días al almanaque para corregir un error
de cálculo en el mismo que llevaba arrastrándose ya por años.